Por: Patricia Teullet
Perú21, 27 de julio de 2020
Los cruces de avenidas concurridas vuelven a ser el recordatorio de nuestra condición de pobreza y desigualdad: pedidos de limosna en forma de vendedores de caramelos y limpiadores de parabrisas o pedidos mediante cartelitos. Solos o con niños, buscan ayuda para comer y, si bien siempre han estado allí, la pérdida de 2.7 millones de empleos en Lima Metropolitana en el segundo trimestre, le da una dimensión distinta a la pobreza y su visibilidad.
La conducta e ineptitud del gobernador de Arequipa han abierto la opción para la intervención del gobierno nacional en la atención de la salud y lo mismo debería ocurrir en lo económico, no solo en Arequipa, sino en donde hay proyectos que deberían estar ejecutándose, especialmente en minería, agro e infraestructura, en condiciones de aislamiento natural. La situación económica es compleja porque estamos en un círculo vicioso donde la pérdida de empleos e ingresos ha deprimido la demanda, lo que hace al sector privado temeroso en sus inversiones y crecimiento; ergo, en generar empleo. Los altos costos de implementar protocolos por el reinicio de actividades de las empresas agravan más la situación.
Muchos hemos saludado los cambios en el gabinete, esperando mayor acercamiento al sector privado y que se deje de explotar políticamente un enfrentamiento con este. Si bien la empresa privada no es la institución favorita de la ciudadanía, según la última encuesta del Latinobarómetro, la confianza en ella estaba más de 20 puntos por encima que la confianza en el Gobierno. Lo bueno del reto de un trabajo conjunto es que no gana una a costa del otro: hacerlo bien mejorará la confianza en ambos y la calidad de vida y oportunidades de la población.
