Por: Lampadia
El presidente Vizcarra se delata en su justificación de la disolución del Congreso
Para el presidente Vizcarra es bueno tener un congreso opositor
El presidente Vizcarra se ha delatado. Al cumplirse ayer un año de la disolución del Congreso, la justificó precisando, entre otras cosas, que “no fue una herramienta para controlar las instituciones. El actual congreso no es favorable al Ejecutivo. Es más, por primera vez le negó confianza a un gabinete”. Es decir, de alguna manera le asignó un valor positivo al hecho de que el Congreso no sea favorable al Ejecutivo, e incluso que haya negado la confianza a un gabinete, como demostración de que él no disolvió para controlar las instituciones. Es un argumento contradictorio: si es bueno no tener un congreso favorable, ¿para qué disolvió el anterior? Pero sobre todo es frívolo. Está diciendo que no lo disolvió para tener mayoría, cuando tener mayoría en el Congreso debería ser lo normal, para poder gobernar. Y ese es el sentido de la disolución: se disuelve porque no se puede gobernar y para buscar un nuevo Congreso en el cual se tenga mayoría, para poder gobernar.
No disolvió el Congreso para poder gobernar sino para aumentar popularidad y “liquidar” al enemigo
Si el Presidente Vizcarra no disolvió el Congreso con ese fin, ¿para qué lo hizo? Pues la respuesta es simple: para alcanzar un pico de popularidad, montándose, de paso, en la polarización fujimorismo-antifujimorismo para la cual el “fujiaprismo” no era un adversario político sino un enemigo corrupto y peligros al que había que eliminar. Y eso fue lo que ocurrió. Lo eliminó, jugando en pared con los fiscales anticorrupción. Para Vizcarra se trató del punto culminante del populismo político que venía practicando como medio para incrementar su popularidad.
¿Quién llevó la iniciativa en la confrontación?
Por eso, no es totalmente cierta otra afirmación que hiciera ayer, que fueron esos grupos opositores a su gobierno “quienes propiciaron la confrontación”. Eso había sido así claramente en la época de Kuczynski, pero ya con Vizcarra la bancada de Fuerza Popular, si bien vocinglera y antipática, había perdido 22 congresistas, había perdido la mayoría absoluta, estaba internamente dividida entre los halcones y los dialogantes y, a diferencia de la época de PPK, no había censurado a un solo ministro.
Reformas judicial y política, necesarias, fueron armas de confrontación
En realidad, durante el mandato del presidente Vizcarra, quien tomó la iniciativa confrontacional fue siempre el Presidente. Para ello usó las reformas judicial y política, que eran causas legítimas y necesarias, como armas de confrontación para buscar aplauso popular, donde el epítome fue la propuesta de no reelección de los congresistas -llevada a referéndum-, que era un ataque directo a los parlamentarios, una suerte de disolución simbólica del Congreso. Y esa fue la prueba de que la preocupación por la reforma política no era auténtica, pues no solo fue un medio para elevar su popularidad, sino que causará un daño irreparable a la institucionalidad política y a los propios objetivos de la reforma, porque sin reelección es imposible consolidar partidos políticos fuertes y menos una clase política seria y profesional.
Otro argumento falaz
Algunos han justificado ese populismo confrontacional señalando que a falta de una bancada propia fuerte, el Presidente necesitaba apoyarse en la opinión pública. Pero no al costo mencionado. Y si ese argumento fuera cierto, entonces regresamos al principio: la disolución del Congreso habría tenido como objeto buscar una mayoría propia en el nuevo Congreso. Y no, se trató de un mero deporte populista.






